En el corazón de un bosque encantado, vivía Mia junto a su sabio amigo, un búho llamado Teo. Cada noche, se asomaban por la ventana para admirar el cielo estrellado. Pero una noche, las estrellas comenzaron a danzar de una manera que nunca habían visto.
«¿Por qué bailan las estrellas?», preguntó Mia con curiosidad. Teo, con una sonrisa, sabía que era el momento de compartir un antiguo secreto.
«Las estrellas bailan para celebrar la magia de la noche y compartir sueños con quienes creen en ellos», explicó Teo.
Decididos a unirse a la danza, Mia y Teo salieron al bosque, siguiendo el brillo de las estrellas. Con cada paso, la música del viento les guiaba, y las flores nocturnas se iluminaban a su paso.
Al llegar a un claro, encontraron un grupo de estrellas que habían descendido del cielo. «Venimos a compartir nuestra danza con aquellos que tienen el corazón lleno de sueños», dijeron las estrellas.
Mia y Teo, tomados de la mano, comenzaron a bailar con las estrellas. Cada paso los llenaba de alegría y sus sueños parecían cobrar vida. Bailaron toda la noche, hasta que los primeros rayos del amanecer anunciaron el fin de la mágica velada.
Al volver a casa, Mia se acurrucó en su cama, con el corazón contento y la mente llena de maravillosas aventuras. «Gracias, Teo», susurró, «por mostrarme la magia de las estrellas».
Teo, desde la ventana, le guiñó un ojo. «La magia siempre ha estado ahí, Mia. Solo tenías que creer».
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.